martes, 22 de junio de 2010

Evolución Histórica de la posición de Center

Cuando empecé a jugar a baloncesto destacaba mucho por mi altura. Lo cierto esque no había nadie (y no lo hubo hasta bien entrada la adolescencia) más alto que yo en la liga. Y a pesar de mis pataletas hacia los distintos entrenadores que tuve por jugar por fuera para emular a mis ídolos Bird, Drexler, Jordan, English y compañía, nadie me movió más de un par de metros de debajo del aro.

Qué aburrido es ser pívot, pensaba yo, mendigando balones a los jugadores exteriores quienes lo hacen llegar dentro como quien hace un favor, esforzándote por improbables rebotes ofensivos, arriesgándote a faltas para intimidar abajo, luchando contra jugadores más fuertes por un milímetro de cercanía al aro...


Ya contaré más experiencias personales, pero lo cierto esque me equivocaba. Ni tiene por qué ser aburrido jugar por dentro ni es una posición de relleno para que los exteriores se diviertan.


La posición de pívot tiene dos variantes claramente diferenciadas antaño, ahora un poco menos en el baloncesto actual. Estas dos variantes estaban separadas por el océano Atlántico, ni más ni menos. Las menores dimensiones de la zona de juego ofensivo europea, así como la posibilidad de una defensa zonal, no permiten la colocación de un hombre alto en el poste (center) y otros dos a ambos lados de éste (forwards), sino que se opta por poner a dos hombres altos a los lados de la canasta para evitar dobles o triples defensas en torno a un único hombre alto en caso de defensa en zona.


Como digo en Estados Unidos no es así, o al menos no siempre lo fue. Hasta George Mikan el pívot era el epicentro total del juego ofensivo. No se concebía una posesión sin que el balón pasara por el center. Hay que recordar que hablamos de una época muy distinta, en la que era extraño que un equipo contara con más de un jugador que alcanzara los dos metros, y muy raro que superara los 2'05 o 2'06. Por lo tanto, un center era un jugador muy superior al resto de sus compañeros físicamente y muy necesario en defensa para frenar penetraciones rivales y rebotear.


La total dominación que exhibió Mikan cambió las cosas. Por su culpa, la NBA agrandó las dimensiones de la zona restringida a los 3 segundos ofensivos, por lo que el pívot ya no tendría una ventaja tan desmesurada. Aún así, el pívot seguía siendo el referente absoluto del equipo, haciendo posible que incluso jugadores sin apenas recursos ofensivos como Bill Russell no fuera extraño que hicieran no pocos partidos con 30 y 40 puntos. Como máximo exponente del pívot como eje de un equipo de baloncesto en esta época cabe destacar, cómo no, a Wilt Chamberlain, cuyos registros estadísticos casi sobrehumanos sirven como prueba del grado de importancia que un center podía llegar a tener en un equipo.


Durante la década de los 70, aun con la presencia de pívots muy importantes en la historia del baloncesto y tremendamente relevantes en la NBA de la época (primeros pasos de Abdul-Jabbar, Dave Cowens, Bill Walton etc.) los jugadores exteriores empiezan a hacerse con el control ofensivo del juego, puesto que empiezan a verse escoltas y aleros que se acercan e incluso sobrepasan los dos metros pero mantienen la coordinación y los fundamentos ofensivos exteriores de antaño. Este equilibrio ofensivo entre juego interior y juego exterior se verá profundamente pronunciado con la inclusión de la línea de tres puntos en el año 1979.

En esta época ya es relativamente habitual encontrarse con jugadores que sobrepasan los 2'10 de estatura, haciendo así difícil que un pívot dominara simplemente por superioridad física.


Entre los 80 y los 90 se da la curiosa situación de que, siendo como fue la época donde los jugadores exteriores alcanzaran más importancia en el juego que nunca, restándosela al juego interior, se suceden la serie de jugadores interiores más dominantes de la historia. La cúspide en la carrera de Kareem, Hakeem Olajuwon, Shaquille O'Neal, Alonzo Mourning, Mark Eaton, Patrick Ewing, el híbrido Charles Barkley, David Robinson, Marcus Camby, el joven Duncan, Dennis Rodman y alguno más que no me acuerdo (o no me quiero acordar) protagonizaron innumerables episodios memorables en la liga.

Ahora, el jugador interior no se limita a recibir de espaldas y soltar un gancho o empujar e intentar superar al defensor por la fuerza. Ahora el pívot también encara el aro, amenaza con tiro exterior, algunos incluso son capaces de anotar triples. Ahora, buscan a sus compañeros en los cortes a canasta y juegan con el otro interior. La evolución física del resto de posiciones les libra de determinadas obligaciones. Ya no tienen que cojer catorce o quince rebotes por partido, el equipo cuenta con jugadores que debido a su altura pueden ayudar en el rebote. Tampoco necesita el equipo que intimide con tanta intensidad, puesto que ahora las defensas son mucho más grupales que individuales.


La decadencia de la posición de center ha sido tan vertiginosa que invita a pensar en que en un futuro no muy lejano desaparecerán los puestos en el baloncesto. Con la retirada de Shaq, que no debe estar muy lejos, habrá caído el último pívot dominante de la edad de oro del baloncesto. Ciertamente en esta decadencia ha influido mucho la evolución también vertiginosa de otra posición, la de ala-pivot o Power-forward. Hombres como Dirk Nowitzki, Kevin Garnett, Pau Gasol, Tim Duncan, Amare Stoudemire, Chris Webber, Zach Randolph y un largo etc han relegado al center a un área secundaria.

La mayoría de estos Power Forwards actuales necesitan de un hombre alto interior que les libere de responsabilidades defensivas y que les ayude a explotar sus virtudes ofensivas. Así los equipos que cuenten en sus filas con un ala-pivot estrella no necesitarán a un center de grandes cualidades. Basta con que cumpla con una serie de requisitos físicos y un mínimo de fundamentos defensivos y ofensivos, y jugará muchos minutos. Este center actual se dedica a realizar ayudas al PF en defensa y a sacrificarse en forma de desgaste físico y faltas, y en ataque recojerá las migajas que le deje su compañero interior en forma de pases tras dobles defensas y descargas ante defensores duros, quedando así su papel la mayoría de las veces a meterla para abajo y jugar algún que otro pick&roll aislado con los exteriores.


Muy alejado queda aquel papel de protagonista total del juego ofensivo. Actualmente, sólo Orlando, con Dwight Howard, tiene como referente del juego a un center. En menor medida, Houston, con Yao Ming, L.A. Clippers, con Chris Kaman y Minnesota, con Al Jefferson, tienen en sus filas pívots que pueden jugarse algunas posesiones. En el resto de equipos, los centers quedan relegados a papeles secundarios. Y el futuro inmediato no es muy esperanzador.


Y es curioso porque hay un viejo axioma baloncestístico que dice que el que tiene un base y un pívot tiene un equipo.


Y yo, como pívot, no puedo estar más de acuerdo.

sábado, 5 de junio de 2010

El Efecto Jordan

Hace algunos días el héroe de estos Celtics finalistas, Rajon Rondo, confesaba que ''no había visto jugar jamás a Michael Jordan''. No sólo a él sino a ningún otro jugador. Por lo visto Rondo no vio un partido de baloncesto hasta que, con el instituto, lo llevaron a ver un partido de los Heat. Rajon Rondo, ese que parecía imitar a Olajuwon con sus fintas, a Isiah Thomas con su manejo y dirección, a Payton con su defensa, resulta que no sabía ni quién diablos eran estos tíos.

Excusaré a Rondo diciendo que no tuvo una infancia precisamente fácil y ver partidos de baloncesto en una tele de pago no era una de sus prioridades. Pero he aquí mi pregunta: ¿Realmente devalúa este hecho a Rondo como jugador? ¿Sería Rondo un jugador distinto de haber visto a Jordan jugar?


El impacto de Jordan en el baloncesto fue enorme. Era una época aquella, la de los 90, en la que se preveía que decayera la NBA. Los grandes equipos históricos, Celtics y Lakers, caían sin remedio y no había sucesores claros. Llegó Jordan y llevó a un equipo sin historia a la más absoluta de las glorias, primero en solitario, después bien acompañado.


Pero el choque que provocó fue tal que a mi juicio, incluso hizo daño al baloncesto, aunque en ínfima proporción a lo que le dio. Porque los extremos jamás son buenos, el extremo individualismo no iba a ser una excepción. Y Michael Jordan, estadísticas aparte, cargó con el peso de aquellos Bulls de tal forma que jugaban por y para él. Llevó el Star System a un extremo que no se había visto hasta entonces.


Y el Star System puede dañar al jugador en formación. Porque un jugador joven que observa que una superestrella es capaz de anotar 30 o 40 puntos quiere imitarla. Lo que ese joven no sabe (o no quiere) ver esque para anotar 30 o 40 puntos, generalmente, hace falta un equipo detrás que genere situaciones ofensivas en las que sentirse cómodo. Y esto, ante talentos de proporciones estratosféricas como se ven en la NBA es posible. Pero no con un jugador en formación.


Elegí ejemplificar con Jordan porque las declaraciones de Rondo me lo pusieron en bandeja pero es perfectamente extensible a todos los jugadores cuyos equipos sitúan en la piedra angular de su Star System.


Así, el joven jugador interior se sentirá frustrado cuando no se la pasen al poste alto y le aclaren el juego, el joven base no entenderá la regañina de su entrenador después de jugarse un triple tras un bloqueo y continuación y el anotador compulsivo no verá qué tiene de malo ser permisivo en defensa para descansar de su frenético ataque. Porque Nowitzki, Nash o Iverson lo hacen.



Cuando era más joven criticaba a mis compañeros de equipo porque no veían baloncesto. Porque yo también era como los jugadores que acabo de citar. Sólo hasta que no comprendí que en el baloncesto también es adictivo cerrar rebotes, defender duro y poner bloqueos no alcancé a entenderles.


Rajon Rondo no sólo ve baloncesto ya, sino que lo vive al 100%. Antes de llegar a la NBA era un jugador puro, una diamante en bruto, era él y solo él y su total personalidad como jugador. Pero luego supongo que otra gente que sí vio a Jordan jugar le modificaron. Parece que para bien.

Pero por desgracia no todos somos Rajon Rondo.

La Mentalidad Ganadora (II)

Es en el deporte donde la mentalidad ganadora se observa más a simple vista. Es así porque cualquier deportista de élite compite para ganar, esto es, no existe otra motivación (o no debería) que explique el porqué se deja la piel en cada exhibición. Pero poseer la intención de ganar no significa tener una mentalidad ganadora.


Parafraseando de nuevo a Freud, dijo en uno de sus ensayos que el deporte es una canalización de la ira. El hombre, por tanto, canalizaba su furia más primitiva a través del deporte. Yéndonos al baloncesto esto es claramente visible en muchos jugadores de todos los tiempos; desde Frazier hasta Ben Wallace, desde Rodman hasta Bruce Bowen.


Pero un ganador es distinto. Un ganador posee, aparte de lo explicado en mi antigua entrada, el factor psiquico más importante, desde mi punto de vista, del baloncesto: la confianza. Así, cuando Bird lanzó el último tricolor del primer concurso de triples de la NBA levantó el dedo un segundo antes de que cayera, sabiéndose ganador. De la misma forma Bryant es capaz de anotar casi cualquier suspensión sin importar cuántos defensores tenga encima o cuánto deba variar su mecánica.


El máximo exponente de la confianza lo protagonizó Tracy McGrady con aquella gesta de los 13 puntos en 30 segundos. Si miran el video por internet (soy demasiado torpe para ponerlo) se darán cuenta de lo siguiente: McGrady en primera instancia anota un triple. En la siguiente jugada, lanza otro, esta vez con Tim Duncan delante. En la siguiente, una contra, lanza otro triple, esta vez con 4 defensores alrededor. Bien, hasta el más egoísta de los jugadores hubiera pasado el balón tanto en el desajuste con Duncan como en el contraataque con cuatro defensores encima. Pero McGrady sabía que no merecía la pena. Él, que se conocía como nadie, sabía que estaba tocado por la varita de la confianza.


En el baloncesto se suelen etiquetar con rapidez a los jugadores como perdedores o ganadores. Precisamente McGrady está unánimemente etiquetado como perdedor. Normalmente uno se va al palmarés para juzgar esta cuestión. Pero la mentalidad ganadora va más allá del palmarés. Porque los anillos no los ganan los jugadores, sino los equipos.