sábado, 12 de febrero de 2011

Al jugador frustrado

Tranquilo. No sé si lo sabes pero estás jugando al baloncesto. Y ese privilegio tiene este precio.

Volverán a entrar. Sí, ya sé que ahora parece difícil. Pero encontrarás algo, si metes un poco el codo, si separas un poco más los pies, si quitas un poco la izquierda, si golpeas un poco más de muñeca...

..., si aprendes a soltarla con la zurda, a entrar con el pie malo, si mejoras ese gancho desde un metro, si practicas un poco ese movimiento que se te ha atascado, si continúas más fuerte...


..., si piensas un poco más y te tranquilizas cuando coges centro, si aprendes con quién y con quién no debes ejecutar según que jugadas, si empiezas a atreverte a hacer cosas cuando todo parece atascarse...


..., todo volverá a funcionar. Y volverás a irte a golpearte el pecho tras un dos más uno, volverás a estallar de euforia tras un tapón, un triple, una canasta sobre la bocina, un mate. Volverás a sentirte jugador. A ser feliz a causa y a consecuencia del baloncesto.

Sé que ahora es difícil, que te sientes fracasado, frustrado, sé que te cuestionas quién eres dentro de una cancha, y te preguntas para qué tanto trabajo. Acuérdate de quienes llegaron alto, más alto de lo que tú llegarás jamás. También ellos pasaron por esto, pero gracias a que supieron sobreponerse ahora los admiras.


Que no te importe lo que puedan estar pensando el resto de jugadores de ti. Les das igual. Tú eres quien te fabricas, quien te haces a ti mismo, quien explota sus virtudas y pule sus defectos. Aquel que ose juzgarte está muy por debajo de ti, o tiene muy poca memoria, pues seguro que pasó por lo mismo. Levanta la cabeza e inténtalo de nuevo. Nunca te obceques, pero jamás, jamás, te des por vencido.


Compañero, juegas al deporte más maravilloso del mundo.


Y el precio son días como hoy.

jueves, 23 de diciembre de 2010

El baloncesto como concepto deportivo

Cada vez retraso más mis entregas y cada vez me es más dificil encontrar un hueco para aportar continuidad a este proyecto que tan ilusionadamente comencé. Por suerte, la milagrosa ecuación que relaciona tiempo e inspiración torna ahora fructífera, por lo que me debo a mi promesa de exponer de nuevo mi pensamiento.


Conforme más me adentro en el baloncesto y mayor es el tiempo que llevo dedicándole un sustancioso porcentaje de mi vida mayor es mi conocimiento acerca de sus virtudes y sus defectos. No deja de ser, me repito, un deporte, concretamente un juego, sujeto a unas circunstancias que lo convierten en limitado. No por ello se trata de algo coherente, que responde a las bases de la lógica para aquellos que no conocen el baloncesto en profundidad.

Como deporte y como juego es posible compararlo a tantos otros deportes que movilizan millones de personas alrededor del mundo. Pero sin embargo el baloncesto es distinto a todos cuantos he conocido. Yo, mi propia persona, he gustado siempre de practicar el deporte, y aunque el baloncesto ha sido el que más adentro me ha llegado, aquel cuyas raíces me llegan más profundamente, también he disfrutado conociendo otros, y es de la comparación de éstos con el basket lo que me ha llevado a reflexionar en numerosas ocasiones acerca de lo que lo convierte en algo especial.


Yo jugué al fútbol igual que cualquier otro niño por las mismas razones que cualquier otro niño: el fútbol es instintivo en el ser humano. Ver un balón, pegarle una patada y hallar en esto entretenimiento es tan humano como cualquier otra actividad vital. También lo vi, y lo veo, no sólo porque sepa apreciar la pasionalidad y la euforia que despierta, sino que también en parte carcomido por la ingente masa de publicidad que apedrea mi subconsciente y la cultura futblística de la que me veo rodeado, que hace que ver el fútbol sea casi un acto social en el que lo menos importante es el propio juego.


También jugué al rugby y le encontré numerosos parecidos con el fútbol. La ya comentada pasionalidad elevada al máximo exponente hace del rugby algo mucho más que un deporte, van ligados a él lazos fortísimos en los que ciertos valores humanos son más importantes que ganar o perder, lo que lo convierte en un deporte que admiro y admiré. Es, como el baloncesto, un deporte complicado y eso dificulta su difusión en aquellos países que, presas de su chauvinismo, son incapaces de seguir aquello en lo que no triunfan los suyos.



Y es aquí los comparo con el baloncesto. El fútbol, por ejemplo, debido a su carácter instintivo se convierte en un deporte fácilmente practicable, en el que casi cualquiera puede tomar parte y cualquiera puede seguirlo con facilidad. No hay nada, quizás aparte del fuera de juego, que impida a una persona normal seguir el partido durante los 90 minutos sin perderse en ningún momento y encontrando todo lo que ve como algo lógico.

No es así el baloncesto. Quizá la frialdad que es necesaria para llevar a cabo un juego decente contrarreste con la emocionalidad y pasión de la que hacen gala algunos de los mejores jugadores de futbol del planeta. A lo mejor es simplemente un cambio de concepto: lo orgásmico de un gol se contrapone con lo rutinario de una canasta, lo imprevisible de un contragolpe en fútbol con lo sencillo de uno en basket, la tensión de lo decisivo de un penalty con lo mecánico de una falta o un tiro libre. Quizá sea esta frialdad que comento lo que hace que el baloncesto sea un deporte más distante con el espectador y con el que se siente menos identificado. Ver que los hombres que admira están físicamente a años luz de una persona media no ayuda a que el aficionado medio del deporte empatice con este juego.


Comparo yo el baloncesto al fútbol porque es muy corriente, en el círculo en el que me muevo, quejas acerca de la gran atención mediática que despierta el primero en detrimento del segundo. Siempre tuve yo una postura muy imparcial al respecto: disfruté de ambos deportes en la medida en que creía conveniente. Tampoco podemos decir que el baloncesto es un deporte maltratado por los medios, si bien no recibe la atención que, al menos en este país, merece por los logros conseguidos, y por ser un deporte tan importante a nivel mundial.


Lo más destacable de mi desvarío posiblemente sea la conclusión de que en la balanza corazón-cabeza uno y otro deporte la desequilibran por un lado distinto. Y ya vemos para qué lado prefiere la multitud que dicha balanza sea vencida.

sábado, 30 de octubre de 2010

Sueños de baloncesto

Ante todo pedir disculpas por mi prolongada ausencia, disculpas no ya a los pocos que estan pendientes de mí, sino al compromiso que conmigo mismo firmé. No fue dejadez lo que me llevó a abandonar temporalmente esto, sino una falta de inspiración que producía que fuera incapaz de dar forma escrita a cualquier idea que se me ocurriera. Calíope es tan hermosa como escurridiza.


Pero vayamos al baloncesto.


Desde que tengo uso de razón lo que más me ha llamado la atención de este juego han sido los jugadores. Nunca entendí la fijación de los entendidos por entrenadores, mánagers, representantes, directivos; dinero, traspasos, topes salariales, contratos que vencen, decisiones técnicas..., para mí lo más divertido, casi lo único, era ver a un buen jugador jugar bien al baloncesto.


Solía fantasear con jugar yo en esos escenarios y ante esos rivales. Me imaginaba subiendo la pelota en un pabellón abarrotado, marcando el sistema mientras nueve hombres me prestan atención sabiendo que soy yo el que ahora decide a qué se va a jugar.


Normalmente volvía rápido a la realidad. No había posibilidad alguna, era inútil engañarse, jamás alcanzaría ese nivel físico y técnico necesario para experimentar aquello. Es por esto que miraba a los jugadores con una mezcla de admiración y desesperanza, pues nunca parecían disfrutar de aquello lo suficiente. Parecían más concentrados en encontrar lo que no tenían como privilegiados que en disfrutar de su privilegio. Se les iba la vida luchando por contratos, por dinero, por nada al fin y al cabo y por todo a la vez.


Pero yo seguía creyendo que ellos estaban hechos de otra pasta, programados desde su nacimiento, desde la configuración de su código genético para triunfar, para llegar ahí. Yo como jugador a un nivel muy distinto y muy distante, asumía que no era posible concebir en mi mente las cualidades psíquicas que ellos tenían. Alguien me dijo una vez que lo único que me separaba de ellos era el escenario, y en cierto modo tiene razón. Yo no tengo sus capacidades pero tampoco mis contrincantes, equilibrando así la balanza.


Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que tampoco ellos son conscientes de lo que viven. La escalera que han subido tenía unos peldaños tan cortos y pequeños que a pesar de lo empinada que era, al llegar arriba no les dolían las piernas. Y por tanto no podían sentir la euforia de haberla subido. Cuando uno está programado para ganar, para ascender, y va ascendiendo a lo largo de su vida, es algo tan común verse por encima que una vez llegas a lo más alto apenas te das cuenta de lo que has logrado, pues para ti simplemente ha sido otro escalón más que subir.


Por esto ahora una vez miro fríamente mis desvaríos y mis fantasías de años atrás reculo un poco. Me cambiaría por cualquiera de ellos. Pero no al precio de no saber cuál ha sido exactamente el cambio.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Steve Nash: Triunfador ante el fracaso

Antes de nada, disculpen mi prolongada ausencia debido a mis merecidas vacaciones. Mi idea en este blog sigue intacta (véase primera entrada), mas no así mi compromiso, que quizá pierda algo de fuerza en lo sucesivo, pero no cederá del todo.


En aquel paraje donde la competición y el palmarés no existen, donde los prófugos y los exiliados desprecian los parámetros marcados y las líneas a seguir se borran habita Steve Nash, ahora y siempre.







Steve Nash siempre ha sido un jugador peculiar. Donde otros insinúan, él exhibe, donde otros trabajan, él holgazanea, donde otros respetan, él abusa, donde otros gustan, él enamora. Nunca imaginamos, desde sus inicios en Santa Clara (siendo elegido jugador del año en Soccer y Basketball), el jugador en el que se iba a convertir. Llegado a unos Suns con Jason Kidd de base titular aprovecharía su corta estancia en Arizona para aprender de él lo poco que pudo, estando al servicio durante casi 10 años en Dallas. Personalmente, creo que su paso por los Mavericks lastró su carrera, ya que estuvo atado a un equipo al que, por condiciones baloncestísticas, no pertenecía, y le robaron los años más importantes físicamente hablando en la vida de un jugador. Se comenta que fue el propio Dirk Nowitzki el que pidió, a pesar de la amistad que les unía, que le traspasaran, por no ser capaz de seguir el ritmo del canadiense en los partidos.




Es en Phoenix donde vemos al verdadero Nash. Donde damos cuenta de sus habilidades por completo. Aquí es donde el canadiense, junto con Mike D'Antoni (curiosamente ''el europeo'' jugó el baloncesto menos europeo de los últimos tiempos), revive un estilo de juego que pretende ser el run&gun de los Lakers optimizado, y por esto mismo, empeorado.

Donde Magic tenía un martillo, Worthy, Steve tenía dos: Amare y Marion. Contaba además el canadiense con todo un elenco de tiradores con los que gustaba de finalizar contraataques y transiciones, desde Joe Johnson hasta Kurt Thomas y él mismo. Donde los Lakers tenian a sus espaldas un equipo serio en defensa, Nash se encontraba con un equipo que no sufría si el rival tenía que tirar sólo. No fue nunca un jugador colectivo en el amplio sentido de la palabra, pues un jugador con tal calificativo saca siempre el mayor provecho de sus compañeros y Nash no tenía esa capacidad. ¿O acaso Joe Johnson jugaba en Suns mejor que Jared Dudley, desempeñando el mismo papel?


Quizá el jugador que mejor ha jugado el Pick&Roll de la historia, mejor aún que Stockton, pues donde éste en ocasiones se empeñaba en buscar el corte del hombre alto (justificado por el poderío físico de Karl Malone) Nash añadió una variante poco usada hasta ese momento y la elevó hasta hacerla imprescindible en cualquier esquema de cualquier entrenador del mundo: la inclusión del tercer hombre, añadido a su capacidad para el tiro de tres si el rival se quedaba en el bloqueo o lo pasaba por detrás (letal este tiro suyo). La inclusión de un tercer hombre en el bloqueo y continuación, digo, es fundamental para entender el juego estático de los Suns desde 2005 hasta hoy. Este tercer jugador es siempre (o casi) un alero tirador que se abre y aprovecha la ayuda de su defensor hacia el pivot que corta para quedarse solo en la linea de 3.

Nash veía todo esto como si este baloncesto lo hubiera inventado él. Desde Magic, nunca vi dirigir un contrataque ni una transición como él hace.




El defecto más destacable del juego de Nash quizá sea su elevada media de pérdidas por partido. Evidentemente vienen dadas por el tremendo riesgo en todos los pases que intenta, y es por esto que siempre suelo decir que no lo ficharía para mi equipo. Pero es el precio a pagar si juegas ese estilo de juego. Los resultados ''acompañan'': si bien nunca ha llegado a unas finales, siempre arrasa en regular, jugando a un alto nivel. Nunca fue, tampoco, un buen defensor. Es un jugador que ataca muy revolucionado y necesita reposar en defensa, además nunca tuvo a sus espaldas entrenadores que le pusieran obligaciones defensivas.


Nash siempre fue, es y será mucho más que un ''youtube legend'', porque él obtuvo ciertos resultados. Y yo al menos, cuando vuelva la vista atrás y le recuerde, no sentiré pena por lo que el baloncesto no le dio, sino alegría por lo que él le dio al baloncesto.

miércoles, 14 de julio de 2010

Reflexiones entre aros

Cuando caigo por la borda y no hallo salvavidas al que agarrarme, cuando observo desde mi apartada ventana la felicidad que probablemente no merezca, pero no he hecho nada por desmerecer, cuando observo el injusto trato que el destino me dispensa, cuando veo mi poco talento mal premiado y mi mucha torpeza bien remarcada, cuando echo la vista atrás y observo que por más que voy en busca de la suerte, cada vez se esconde más y cada vez me queda menos tiempo para encontrarla, regresa a mi cabeza el baloncesto, y lo hace como una bocanada de oxígeno tras minutos ahogandome, como un trago de agua tras días de sed. De repente me vienen recuerdos, motivaciones, sueños. De repente me olvido de lo que me hizo caer por la borda y nado con todas mis fuerzas de nuevo al barco. Desconozco el porqué de este mecanismo en mi mente. Supongo que poco tiene que ver con el factor deportivo del juego. Pero es curioso, porque tambien el baloncesto ha sido factor de decepciones y frustaciones, acaso las mas grandes. Pero es como si premiara mi fidelidad a pesar del carácter negativo anteriormente descrito, con esta función evasiva que desconocía hasta hace poco.


No me he enfrentado a grandes problemas en mi vida. No han habido enfermedades graves, ni he perdido seres queridos ni he tenido problemas familiares. Quizá sea por eso por lo que cada mínimo fracaso que se une a la colección golpea en las agrietadas paredes de mi voluntad y vitalidad con fuerza. Es entonces cuando acudo como emergencia al baloncesto, en cualquiera de sus formas. No conozco mayor sedante, ni consuelo más fiel.


Algunos verán en este discurso a una persona débil. Me enseñó alguien una vez que expresar tus sentimientos no es sintoma de fragilidad sino de valentía. Pero supongo que también un valiente puede ser frágil, de la misma manera que un cobarde puede encerrarse entre los muros de su mente.

martes, 22 de junio de 2010

Evolución Histórica de la posición de Center

Cuando empecé a jugar a baloncesto destacaba mucho por mi altura. Lo cierto esque no había nadie (y no lo hubo hasta bien entrada la adolescencia) más alto que yo en la liga. Y a pesar de mis pataletas hacia los distintos entrenadores que tuve por jugar por fuera para emular a mis ídolos Bird, Drexler, Jordan, English y compañía, nadie me movió más de un par de metros de debajo del aro.

Qué aburrido es ser pívot, pensaba yo, mendigando balones a los jugadores exteriores quienes lo hacen llegar dentro como quien hace un favor, esforzándote por improbables rebotes ofensivos, arriesgándote a faltas para intimidar abajo, luchando contra jugadores más fuertes por un milímetro de cercanía al aro...


Ya contaré más experiencias personales, pero lo cierto esque me equivocaba. Ni tiene por qué ser aburrido jugar por dentro ni es una posición de relleno para que los exteriores se diviertan.


La posición de pívot tiene dos variantes claramente diferenciadas antaño, ahora un poco menos en el baloncesto actual. Estas dos variantes estaban separadas por el océano Atlántico, ni más ni menos. Las menores dimensiones de la zona de juego ofensivo europea, así como la posibilidad de una defensa zonal, no permiten la colocación de un hombre alto en el poste (center) y otros dos a ambos lados de éste (forwards), sino que se opta por poner a dos hombres altos a los lados de la canasta para evitar dobles o triples defensas en torno a un único hombre alto en caso de defensa en zona.


Como digo en Estados Unidos no es así, o al menos no siempre lo fue. Hasta George Mikan el pívot era el epicentro total del juego ofensivo. No se concebía una posesión sin que el balón pasara por el center. Hay que recordar que hablamos de una época muy distinta, en la que era extraño que un equipo contara con más de un jugador que alcanzara los dos metros, y muy raro que superara los 2'05 o 2'06. Por lo tanto, un center era un jugador muy superior al resto de sus compañeros físicamente y muy necesario en defensa para frenar penetraciones rivales y rebotear.


La total dominación que exhibió Mikan cambió las cosas. Por su culpa, la NBA agrandó las dimensiones de la zona restringida a los 3 segundos ofensivos, por lo que el pívot ya no tendría una ventaja tan desmesurada. Aún así, el pívot seguía siendo el referente absoluto del equipo, haciendo posible que incluso jugadores sin apenas recursos ofensivos como Bill Russell no fuera extraño que hicieran no pocos partidos con 30 y 40 puntos. Como máximo exponente del pívot como eje de un equipo de baloncesto en esta época cabe destacar, cómo no, a Wilt Chamberlain, cuyos registros estadísticos casi sobrehumanos sirven como prueba del grado de importancia que un center podía llegar a tener en un equipo.


Durante la década de los 70, aun con la presencia de pívots muy importantes en la historia del baloncesto y tremendamente relevantes en la NBA de la época (primeros pasos de Abdul-Jabbar, Dave Cowens, Bill Walton etc.) los jugadores exteriores empiezan a hacerse con el control ofensivo del juego, puesto que empiezan a verse escoltas y aleros que se acercan e incluso sobrepasan los dos metros pero mantienen la coordinación y los fundamentos ofensivos exteriores de antaño. Este equilibrio ofensivo entre juego interior y juego exterior se verá profundamente pronunciado con la inclusión de la línea de tres puntos en el año 1979.

En esta época ya es relativamente habitual encontrarse con jugadores que sobrepasan los 2'10 de estatura, haciendo así difícil que un pívot dominara simplemente por superioridad física.


Entre los 80 y los 90 se da la curiosa situación de que, siendo como fue la época donde los jugadores exteriores alcanzaran más importancia en el juego que nunca, restándosela al juego interior, se suceden la serie de jugadores interiores más dominantes de la historia. La cúspide en la carrera de Kareem, Hakeem Olajuwon, Shaquille O'Neal, Alonzo Mourning, Mark Eaton, Patrick Ewing, el híbrido Charles Barkley, David Robinson, Marcus Camby, el joven Duncan, Dennis Rodman y alguno más que no me acuerdo (o no me quiero acordar) protagonizaron innumerables episodios memorables en la liga.

Ahora, el jugador interior no se limita a recibir de espaldas y soltar un gancho o empujar e intentar superar al defensor por la fuerza. Ahora el pívot también encara el aro, amenaza con tiro exterior, algunos incluso son capaces de anotar triples. Ahora, buscan a sus compañeros en los cortes a canasta y juegan con el otro interior. La evolución física del resto de posiciones les libra de determinadas obligaciones. Ya no tienen que cojer catorce o quince rebotes por partido, el equipo cuenta con jugadores que debido a su altura pueden ayudar en el rebote. Tampoco necesita el equipo que intimide con tanta intensidad, puesto que ahora las defensas son mucho más grupales que individuales.


La decadencia de la posición de center ha sido tan vertiginosa que invita a pensar en que en un futuro no muy lejano desaparecerán los puestos en el baloncesto. Con la retirada de Shaq, que no debe estar muy lejos, habrá caído el último pívot dominante de la edad de oro del baloncesto. Ciertamente en esta decadencia ha influido mucho la evolución también vertiginosa de otra posición, la de ala-pivot o Power-forward. Hombres como Dirk Nowitzki, Kevin Garnett, Pau Gasol, Tim Duncan, Amare Stoudemire, Chris Webber, Zach Randolph y un largo etc han relegado al center a un área secundaria.

La mayoría de estos Power Forwards actuales necesitan de un hombre alto interior que les libere de responsabilidades defensivas y que les ayude a explotar sus virtudes ofensivas. Así los equipos que cuenten en sus filas con un ala-pivot estrella no necesitarán a un center de grandes cualidades. Basta con que cumpla con una serie de requisitos físicos y un mínimo de fundamentos defensivos y ofensivos, y jugará muchos minutos. Este center actual se dedica a realizar ayudas al PF en defensa y a sacrificarse en forma de desgaste físico y faltas, y en ataque recojerá las migajas que le deje su compañero interior en forma de pases tras dobles defensas y descargas ante defensores duros, quedando así su papel la mayoría de las veces a meterla para abajo y jugar algún que otro pick&roll aislado con los exteriores.


Muy alejado queda aquel papel de protagonista total del juego ofensivo. Actualmente, sólo Orlando, con Dwight Howard, tiene como referente del juego a un center. En menor medida, Houston, con Yao Ming, L.A. Clippers, con Chris Kaman y Minnesota, con Al Jefferson, tienen en sus filas pívots que pueden jugarse algunas posesiones. En el resto de equipos, los centers quedan relegados a papeles secundarios. Y el futuro inmediato no es muy esperanzador.


Y es curioso porque hay un viejo axioma baloncestístico que dice que el que tiene un base y un pívot tiene un equipo.


Y yo, como pívot, no puedo estar más de acuerdo.

sábado, 5 de junio de 2010

El Efecto Jordan

Hace algunos días el héroe de estos Celtics finalistas, Rajon Rondo, confesaba que ''no había visto jugar jamás a Michael Jordan''. No sólo a él sino a ningún otro jugador. Por lo visto Rondo no vio un partido de baloncesto hasta que, con el instituto, lo llevaron a ver un partido de los Heat. Rajon Rondo, ese que parecía imitar a Olajuwon con sus fintas, a Isiah Thomas con su manejo y dirección, a Payton con su defensa, resulta que no sabía ni quién diablos eran estos tíos.

Excusaré a Rondo diciendo que no tuvo una infancia precisamente fácil y ver partidos de baloncesto en una tele de pago no era una de sus prioridades. Pero he aquí mi pregunta: ¿Realmente devalúa este hecho a Rondo como jugador? ¿Sería Rondo un jugador distinto de haber visto a Jordan jugar?


El impacto de Jordan en el baloncesto fue enorme. Era una época aquella, la de los 90, en la que se preveía que decayera la NBA. Los grandes equipos históricos, Celtics y Lakers, caían sin remedio y no había sucesores claros. Llegó Jordan y llevó a un equipo sin historia a la más absoluta de las glorias, primero en solitario, después bien acompañado.


Pero el choque que provocó fue tal que a mi juicio, incluso hizo daño al baloncesto, aunque en ínfima proporción a lo que le dio. Porque los extremos jamás son buenos, el extremo individualismo no iba a ser una excepción. Y Michael Jordan, estadísticas aparte, cargó con el peso de aquellos Bulls de tal forma que jugaban por y para él. Llevó el Star System a un extremo que no se había visto hasta entonces.


Y el Star System puede dañar al jugador en formación. Porque un jugador joven que observa que una superestrella es capaz de anotar 30 o 40 puntos quiere imitarla. Lo que ese joven no sabe (o no quiere) ver esque para anotar 30 o 40 puntos, generalmente, hace falta un equipo detrás que genere situaciones ofensivas en las que sentirse cómodo. Y esto, ante talentos de proporciones estratosféricas como se ven en la NBA es posible. Pero no con un jugador en formación.


Elegí ejemplificar con Jordan porque las declaraciones de Rondo me lo pusieron en bandeja pero es perfectamente extensible a todos los jugadores cuyos equipos sitúan en la piedra angular de su Star System.


Así, el joven jugador interior se sentirá frustrado cuando no se la pasen al poste alto y le aclaren el juego, el joven base no entenderá la regañina de su entrenador después de jugarse un triple tras un bloqueo y continuación y el anotador compulsivo no verá qué tiene de malo ser permisivo en defensa para descansar de su frenético ataque. Porque Nowitzki, Nash o Iverson lo hacen.



Cuando era más joven criticaba a mis compañeros de equipo porque no veían baloncesto. Porque yo también era como los jugadores que acabo de citar. Sólo hasta que no comprendí que en el baloncesto también es adictivo cerrar rebotes, defender duro y poner bloqueos no alcancé a entenderles.


Rajon Rondo no sólo ve baloncesto ya, sino que lo vive al 100%. Antes de llegar a la NBA era un jugador puro, una diamante en bruto, era él y solo él y su total personalidad como jugador. Pero luego supongo que otra gente que sí vio a Jordan jugar le modificaron. Parece que para bien.

Pero por desgracia no todos somos Rajon Rondo.